La revuelta de los “vagos” y los “cínicos” en Francia

La revuelta de los “vagos” y los “cínicos” en Francia

Miles de pancartas salieron ayer a la calle en toda Francia con el mismo mensaje: “Soy un vago”.

De forma espontánea la palabra fainéant se puso en el centro de la protesta, avisando de que ésta ya no es sólo sindical, sino popular en el más genuino sentido de la palabra.

“Los vagos tomamos la calle”, rezaba el cartón que paseaba un joven ayer en el boulevard Diderot. “Que se vaya: vago, cínico y extremista”, decía la pancarta de un jubilado que incluía la foto del pre­sidente.

“Nunca seremos winners, tonto”, decía la que llevaban unos estudiantes en letras azules sobre fondo de tela blanco. “Vagos” y “cínicos” por doquier. Y es que Macron ha ofendido a muchos.

Ocurrió el viernes pasado  en un discurso ante la comunidad francesa en Atenas, donde se encontraba de visita. El presidente Macron expresó: “Tendré una determinación absoluta y no cederé nada, ni a los vagos, ni a los cínicos ni a los extremistas”.

La declaración ha sido leída como un insulto arrogante a quienes se oponen a su política y no ha gustado nada.

El ahora presidente ya destacó como ministro de Economía de Hollande por algunas declaraciones despectivas hacia los de abajo cuando caracterizó como “analfabetas” a las trabajadoras de una empresa bretona.

A unos parados que si querían comprarse un traje como los que él lleva no tenían más que trabajar. El que fracasa, el que es pobre, quien gana poco, es porque no espabila, era el mensaje.

Como presidente al describir a la gente que te cruzas en una estación de tren dijo  aquello de “gente que triunfa y gente que no es nadie”.

El desprecio verbal hacia los de abajo desprestigia a un presidente cuyos apoyos descienden.

Todas estas declaraciones revelan la misma mentalidad de triunfador, de “niño mimado”, según el economista Jacques Sapir,

O una “arrogancia de meritócrata”, según el sociólogo Emmanuel Todd, y una torpeza de quien se siente muy seguro de sí mismo porque nunca ha fracasado en sus propósitos y se cree imbuido de unas razones que no todo el mundo alcanza a comprender.

Ese estilo es peligroso en Francia, sobre todo cuando ha sido elegido en votaciones tan frágiles como ha sido su caso. Un político que lo apostó casi todo a su carisma personal, que ahora está derritiéndose y cuando la política por él emprendida está tan claramente enfocada hacia ese 25% de franceses a quienes las ­cosas les van bien y hacia los ­empresarios en detrimento de los empleados.

Esas declaraciones no han caído bien. La CFDT es, sin duda, el sindicato mejor predispuesto hacia Macron. Su extesorera, Anousheh Karvar ha sido nombrada directora de gabinete de la actual ministra de Trabajo y desde hace veinte años esta central apoya el desmonte del derecho laboral, actitud que mantuvo el año pasado con la reforma laboral socialista.

Ahora la CFDT, sin llegar a oponerse, se declara descontenta con el actual paquete legislativo de Macron y Laurent Berger su secretario general, el sindicalista con el que todo empresario sueña, también ha respondido diciendo que él no es “ni vago, ni cínico ni extremista”.

Los colaboradores del presidente han tenido que apagar el incendio con improvisadas explicaciones.

El ministro portavoz Christophe Castaner y  el viceministro de Economía, Benjamin Griveaux, han coincidido en decir que lo de “vagos” no iba dirigido a los fran­ceses.

Según Christophe Castaner Macron se refería a sus predecesores Hollande, Sarkozy y Chirac y ­ según Benjamin Griveaux  el presidente pensaba más bien en personas como el líder de la izquierda Jean-Luc Mélenchon.

“Los vagos, cínicos y extremistas son quienes a lo largo de treinta años lograron que este país no se moviera ni fuera capaz de realizar reformas difíciles” expresó Macron

“Mi ‘vagos’ se refería a todos aquellos que piensan que no hay que moverse en Francia ni en Europa”, ha dicho el presidente alertando contra “falsas polémicas”.

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